miércoles, 29 de marzo de 2017

Reyes, balas y estatuas en tres poemas anarquistas ilustrados


Sin duda, una de las figuras más representativas de la poesía colombiana en los últimos años ha sido el paisa Juan Manuel Roca. A sus 70 años, este escritor ya cuenta con numerosos premios y aproximadamente cuarenta textos, algunos de los más destacados son Las plagas secretas y otros cuentos, La farmacia del ángel y Las plagas secretas.

Pero otra de las facetas por las que Roca es conocido es por su anarquismo. En la década de los noventa dirigió el Magazín dominical de El Espectador, en el que hablaba, entre otros temas, de autores y escritos libertarios. Actualmente hace parte de la editorial El rey desnudo, junto al escritor y titiritero Iván Darío Álvarez; ambos rescatan las obras de autores clásicos y las atan a nuestra actualidad.

En esta ocasión quisimos ilustrar tres poemas anarquistas recomendados por el propio Juan Manuel Roca.

Prueba de balística


Siendo un muchacho, un corredor de fondo
En las pistas del vacío,
Entré a trabajar en el taller de un anarquista.
El viejo maestro estaba decidido a fundir toda clase de
                                                       /estatuas
Para convertirlas en balas
Que llenaran la mañana de un olor a café fresco,
                                                                              /a pan con municiones.
Decía que la estatua de Pío XII
Haría buen pertrecho para dispararle al Vaticano,
Solo para echar a volar sotanas como negros
                                                          /pajarracos.
Contaba que cuando Rimbaud
Supo que le iban  a levantar una estatua,
Dijo que aceptaría si una vez esculpida
Le permitían hacer balas con su efigie de bronce
Para asediar a los franceses.
En lengua franca, añadía el maestro,
El poeta nos legó su horror a la gloria
Y más aún, su horror a la patria.
Me convenció
De la nobleza de apuntar al Pentágono
Con la estatua de Lincoln convertida en cañón
O con proyectiles de la cabellera rizada de George
                                                             /Washington.
Se relamía
Como el niño que juega a la Armada Imperial
                                                               /en su bañera:
“Borraremos los maniquíes de una estatuaria
Hueca como el busto operático del Duce,
Embaucadora como el caballo de Troya”.
“La estatua de Gutenberg habría que fundirla
En las imprentas clandestinas de la noche”.
“La de Stalin fue vaciada con una materia ideal
Para fabricar y repartir llaves y ganzúas
Entre los poetas irredentos que enjaulaba”.
—¿Y la de Bakunin, maestro?, le pregunté.
—Bakunin no tiene estatua:
    no se esculpen los vientos.

Epigrama del poder


Con coronas del nieve bajo el sol
Cruzan los reyes.

La estatua de bronce
(A la manera de Ossip Brodski)



Primero haremos, si el Cabildo de la ciudad lo permite,
                                                      /el caballo.
Un alazán en bronce con sus patas delanteras levantadas
Como ejemplo para cruzar obstáculos y abismos.
Luego fundiremos el hombre,
Pues un caballo sin jinete no es digno de una plaza
Y ni siquiera puede llamarse una abstracción.
Que todo el burgo aporte llaves, aldabones, candelabros,
Monedas, candados, espuelas, medallas y cubiertos
Para fundir el hombre a su caballo.
Después discutiremos el lugar para la estatua y la forma
                                                                /de su pedestal.
¿Un recodo cercano a las montañas
Entre bosques de sauces y eucaliptos?
No estaría mal construir en el sitio elegido
Un pequeño parque que permita a las mucamas
Citarse con sus novios al pie de la escultura.
Debe amoblarse el espacio con bancas de madera:
Los oficinistas comerían emparedados a la hora
                                                         /del receso.
Bella será la sombra al mediodía
De caballo y jinete sobre la grava y el asfalto.
Las hojas caídas de los árboles
Tejerán un tapiz crujiente al paso de los estudiantes.
Los viejos fotógrafos
Sacarán los domingos sus cámaras de cajón
Y harán que los enamorados prolonguen el tiempo
                                                              /de los besos.
Todo concertado con autoridades eclesiásticas, civiles
                                                          /y militares.
Luego vendrá la discusión.
¿Quién debe ser el hombre encima del corcel?
Sabios hay pocos. Guerreros y héroes son dudosos.
Un filósofo a caballo
No puede replegar su pensamiento.
Los poetas viven recostados en la hierba.
Los campesinos no montan caballos de viento.
Los directores de orquesta no pueden dirigir
Desde una montura de bronce y el lomo inclinado
                                                              /de un caballo.
Los jubilados prefieren cabalgar nubes
Y permanecer sentados en los bancos.
Los pintores trazan caballos pero no se atreven
                                                            /a montarlos.
Los arquitectos pierden la perspectiva
Los almirantes prefieren las crines de las olas.
Las bailarinas no necesitan pedestal para su vocación
                                                     /de aire.
Los astrólogos son una franca minoría.
¿Quién podría ser el jinete de bronce
Sobre el imponente y brioso caballo de bronce?
Deberá ser alguien que muchos ciudadanos admiren,
Un hombre que sea su propio mentor,
Que haya luchado a brazo partido por su gloria
                                                            /y su fortuna.
Ya está. Erijamos una estatua al asesino.

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